La Danta de Montaña, en complicidad con otros animales, contribuye a mantener el hogar que le da cobijo y alimento. Danta y vegetación forman una estrecha dependencia que ayuda al desarrollo de otras formas de vida, incluidos los Humanos.
La Danta es sigilosa y camina mucho. Su gran tamaño y fuertes pisadas abren espacios entre la vegetación de los niveles inferiores del bosque, permitiendo así la entrada de rayos solares hasta el suelo, lo que ayuda al desarrollo de muchas plantitas.
En su constante merodeo, la Danta también puede transportar en su pelaje y hocico el polen de unas plantas a otras, favoreciendo la polinización y reproducción de una amplia variedad de plantas. De la misma manera, las heces y la orina de la Danta ayudan a la fertilización de los suelos.
En las heces que deposita la Danta van quedando abundantes semillas de los frutos semi-digeridos que comió. Con el paso del tiempo algunas de esas semillas germinarán hasta convertirse en árboles o arbustos iguales a los que le dieron alimento. De hecho, muchas semillas pueden germinar más rápido cuando pasan por el estómago de la Danta.
Cuando mordisquea bambúes (y otras plantas) los va podando ayudando a que retoñen nuevos brotes, favoreciendo así su crecimiento.